La pobreza 

Cuando se parte, los Goumier se deshacen determinados y sin compromisos de todo lo que pesa en sus mochilas. Se liberan de los condicionamientos de una sociedad que nos hace creer que son indispensables un montón de objetos que llevamos encima todo el año, obstaculizándonos la vida, automatizándola.

A las puertas del desierto, los Goumier dejan cigarrillos, reloj, joyas, despertador, complementos, móvil, cámara fotográfica y sobre todo... ¡el dinero! Esta esencialidad forma parte de las reglas del juego. Para algunos, hacer una tal elección de sobriedad, liberarse de las dependencias y abandonar los medios de comunicación ¡es un auténtico esfuerzo! Pero serán grandemente recompensados, cuando al final del Goum, encuentren estos objetos junto a aquel noble dominio, que se tiene sobre las cosas, cuando uno está libre de ellas. Claro, que en esto se puede engañar, pero esto significa descalificarse desde la salida.

La pobreza de los Goumier no se impone, se elige libremente y forma parte de su espiritualidad. Los hombres del desierto saben que: «Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos» (Mt 5, 1). Aquí está su verdadera riqueza.